Puedo buscar en el infinito,
Pero no te encontraría de nuevo.
Puedo mirar otros ojos,
Pero nunca encontraré tu mirada.
Puedo tocar mil manos,
Pero nunca sentiré tus caricias.
Puedo sentir todos los cuerpos,
Pero nunca me sentiré tocado.
Puedo conocer a otras gentes,
Pero siempre les faltará algo.
Puedo morir mañana, no importa,
Me amas, te amo.
lunes, 12 de marzo de 2007
sábado, 3 de marzo de 2007
Otoño
Toc, tac, toc…, tres golpes suaves, leves, sutiles sobre el tejado….
Marzo resulta en mes más para muchos, triste para algunos, mes de transiciones, hojas muertas por una causa digna y colores cálidos...como sus ojos.
El viento arreciaba en forma casi cruel sobre la plaza y allí estaba ella, luchando contra el intolerable, tratando de mantener en orden su paraguas, su cabello rojo y su sobretodo marrón.
Allí estaba él, tratando de no esbozar una sonrisa que pueda parecer burlona, procurando llegar hasta la pobre dama en peligro, intentando ser el Sir Lancelot de esa tarde, esquivando hojas, tropezando con hojas y recibiendo de todo dentro de los ojos.
Lo demás fue casi coreografiado, llegó, ayudó y en el cruce de miradas hubo una complicidad de esas que algunos tardan años en conseguir, en la plaza había otras gentes, pero alrededor de ellos fue como si se detuviera el tiempo, el viento, la gente, el mundo...lo demás fue casi instantáneo, un café, dos, una tarde completa hablando de cosas, tal vez triviales, siendo sinceros, con los ojos clavados el uno en el otro; casi no había gente en el bar repleto, solo ellos y el mozo, al que molestaron poco.
La tarde paso tan rápido que no se vio el atardecer, de golpe era de noche, de repente hubo que decir adiós..., no pudieron, no quisieron, no tuvieron la valentía ninguno de los dos de dejar que el otro se vaya. La invitación era clara, la cena fue amena, que cenaron? No se, ellos tampoco, era lo de menos, lo importante era estar a su lado, ella de él, él de ella, no se perdería él de sus ojos de miel, sus manos delgadas, sencillas, sin pinturas, de su pelo rojo, apenas ondulado. Escucharon música durante la cena, ella sus palabras, él su risa, no queda otra opción, es amor, del que no creen algunos, del que se da sólo una vez en la vida, a primera vista.
La noche está sobre los techos, abarca todo lo que el hombre le permite.
- Te llevo a tu casa?
- No, no, gracias...
- Insisto.
- Mejor vamos a la tuya, después te explico.
Fueron.
A la mañana se despidieron con solo un beso después del desayuno, solo un beso y la promesa de verse nuevamente, en la plaza si no en el bar, por si lloviera... es Otoño y en Otoño, a veces llueve.
Toc, tac, toc…, tres golpes suaves, leves, sutiles sobre el tejado...., solo tres gotas alcanzan para despertarlo, ya pasó un año de espera, un año sin sus ojos, un año sin su risa, fue fácil desnudar el cuerpo, lo que duele es haber desnudado el alma. Toc, tac, toc…, tres golpes suaves, leves, sutiles sobre el tejado, suficientes para darse cuenta...., otra vez ella no viene.
Marzo resulta en mes más para muchos, triste para algunos, mes de transiciones, hojas muertas por una causa digna y colores cálidos...como sus ojos.
El viento arreciaba en forma casi cruel sobre la plaza y allí estaba ella, luchando contra el intolerable, tratando de mantener en orden su paraguas, su cabello rojo y su sobretodo marrón.
Allí estaba él, tratando de no esbozar una sonrisa que pueda parecer burlona, procurando llegar hasta la pobre dama en peligro, intentando ser el Sir Lancelot de esa tarde, esquivando hojas, tropezando con hojas y recibiendo de todo dentro de los ojos.
Lo demás fue casi coreografiado, llegó, ayudó y en el cruce de miradas hubo una complicidad de esas que algunos tardan años en conseguir, en la plaza había otras gentes, pero alrededor de ellos fue como si se detuviera el tiempo, el viento, la gente, el mundo...lo demás fue casi instantáneo, un café, dos, una tarde completa hablando de cosas, tal vez triviales, siendo sinceros, con los ojos clavados el uno en el otro; casi no había gente en el bar repleto, solo ellos y el mozo, al que molestaron poco.
La tarde paso tan rápido que no se vio el atardecer, de golpe era de noche, de repente hubo que decir adiós..., no pudieron, no quisieron, no tuvieron la valentía ninguno de los dos de dejar que el otro se vaya. La invitación era clara, la cena fue amena, que cenaron? No se, ellos tampoco, era lo de menos, lo importante era estar a su lado, ella de él, él de ella, no se perdería él de sus ojos de miel, sus manos delgadas, sencillas, sin pinturas, de su pelo rojo, apenas ondulado. Escucharon música durante la cena, ella sus palabras, él su risa, no queda otra opción, es amor, del que no creen algunos, del que se da sólo una vez en la vida, a primera vista.
La noche está sobre los techos, abarca todo lo que el hombre le permite.
- Te llevo a tu casa?
- No, no, gracias...
- Insisto.
- Mejor vamos a la tuya, después te explico.
Fueron.
A la mañana se despidieron con solo un beso después del desayuno, solo un beso y la promesa de verse nuevamente, en la plaza si no en el bar, por si lloviera... es Otoño y en Otoño, a veces llueve.
Toc, tac, toc…, tres golpes suaves, leves, sutiles sobre el tejado...., solo tres gotas alcanzan para despertarlo, ya pasó un año de espera, un año sin sus ojos, un año sin su risa, fue fácil desnudar el cuerpo, lo que duele es haber desnudado el alma. Toc, tac, toc…, tres golpes suaves, leves, sutiles sobre el tejado, suficientes para darse cuenta...., otra vez ella no viene.
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