Seis de la mañana, temprano para empezar, se levantó, la rutina de todos los días, solo que hoy era distinto, hoy se olía un cambio en el aire, hoy se vería un cambio en él.
La última lágrima (siempre uno cree que es la última) se mezcló con el agua dulce de la canilla, se miró en el espejo, ese que siempre le devolvía un rostro confundido y se vio distinto, aunque algo confundido lo mismo.
Cargó en su mochila unos pocos pero buenos recuerdos, no quería que se siguiera poniendo pesada, ya lo era y demasiado, tenía en ella el peso de los años, el de los recuerdos, el de las obligaciones, las contraídas y las que le obligaron a tomar, muchos recuerdos buenos eran tenidos en cuenta, al fin y al cabo son los que alivianan las mochilas y acortan la distancia para llegar a casa, otros, solo estaban allí, pero los llevaría lo mismo. Olvidar es cometer los mismos errores una y otra vez…
Salió a la calle y emprendió la caminata, ¿hacia dónde? No tenía una idea fija, un rumbo fijo, no sabía bien lo que quería, solo sabía lo que no quería.
Despegar, una y otra vez, no es la respuesta, es la búsqueda de ella.
Lo veo todavía aprendiendo a caminar, diciendo sus primeras palabras, en su primer día de clases, en su primer aventura solo, por ahí, en bici, y lo veo con la misma cara de asombro, la misma preocupación, al fin de cuentas no cambió nada…. Y cambió tanto que casi no lo reconozco, quedó lo importante, su esencia, su aura blanca.
Vuela lejos, con tus alas, que yo se que aunque estén cansadas siempre tendrán la fuerza, el nido quedó atrás, roto, hay otros nidos para formar, otras ideas para no morir.
Un trozo de tu alma quedó en mi, pájaro azul de tantos otoños y allí quedará mientras mi mochila lo soporte, mi puerta está abierta, sin candados, sin esperarte, sabiendo que vendrás, algún día…
La última lágrima (siempre uno cree que es la última) se mezcló con el agua dulce de la canilla, se miró en el espejo, ese que siempre le devolvía un rostro confundido y se vio distinto, aunque algo confundido lo mismo.
Cargó en su mochila unos pocos pero buenos recuerdos, no quería que se siguiera poniendo pesada, ya lo era y demasiado, tenía en ella el peso de los años, el de los recuerdos, el de las obligaciones, las contraídas y las que le obligaron a tomar, muchos recuerdos buenos eran tenidos en cuenta, al fin y al cabo son los que alivianan las mochilas y acortan la distancia para llegar a casa, otros, solo estaban allí, pero los llevaría lo mismo. Olvidar es cometer los mismos errores una y otra vez…
Salió a la calle y emprendió la caminata, ¿hacia dónde? No tenía una idea fija, un rumbo fijo, no sabía bien lo que quería, solo sabía lo que no quería.
Despegar, una y otra vez, no es la respuesta, es la búsqueda de ella.
Lo veo todavía aprendiendo a caminar, diciendo sus primeras palabras, en su primer día de clases, en su primer aventura solo, por ahí, en bici, y lo veo con la misma cara de asombro, la misma preocupación, al fin de cuentas no cambió nada…. Y cambió tanto que casi no lo reconozco, quedó lo importante, su esencia, su aura blanca.
Vuela lejos, con tus alas, que yo se que aunque estén cansadas siempre tendrán la fuerza, el nido quedó atrás, roto, hay otros nidos para formar, otras ideas para no morir.
Un trozo de tu alma quedó en mi, pájaro azul de tantos otoños y allí quedará mientras mi mochila lo soporte, mi puerta está abierta, sin candados, sin esperarte, sabiendo que vendrás, algún día…